[La fragilidad de mi heterosexualidad: Capitulo 1]

¿Te ha sucedido que un completo extraño te cautive con su sonrisa, te atrape con sus palabras y con un roce de su piel dudes si podrás mantener tus pantis en su lugar?

Un día peculiar

Viernes de junta semestral, necesitaba que todo saliera perfecto y realmente lo fue. Aplausos y felicitaciones por parte del gerente y de mi exigente, pero apuesto jefe, porque logre que la sede a mi cargo obtuvieran el mejor promedio de ventas del primer semestre del año a nivel nacional, después de seis meses de arduo trabajo acabada de recoger los frutos, me sentía feliz, exitosa y al recordar que mis comisiones por lograr tan alto desempeño en ventas  me ponían a un paso de poder comprar mi primer automóvil, este día definitivamente era insuperable. Cuando salimos de la junta Andy el coordinador de ventas y mi colega estratégico también estaba feliz, pues como compañero de equipo también había obtenido muchas felicitaciones, una vez la junta término nos dimos un afectuoso abrazo mejor dicho éramos algo así como el dúo dinámico de las estrategias de ventas, «nena tenemos que salir a festejar este triunfo nacional» y ese era el plan aquel viernes, pero al final de la tarde me sentía agotada y recordé que con tanto estrés ni tiempo había tenido para almorzar… definitivamente deseaba salir de la oficina lo más pronto posible. Llamé a Andy y le propuse salir el sábado a celebrar sin límites de tiempo. Mi querido Andy, me siento feliz, pero fatal de energía, no tengo alientos para trasnochar hoy. «No te preocupes, nena, el sábado te llevaré al hueco del mundo y beberemos como locas». Bueno, después hablaré de Andy en detalle.

A las 4:00 pm cerré mi lapso, guarde mis gafas en el bolso y tome el ascensor para llegar al lobby del edificio de oficinas en el cual trabajo, al salir a la calle me sentí libre, ese día no tome un taxi como de costumbre decidí deambular por el bulevar cerca a la oficina, mientras caminaba peleando con el viento y mi cabello sentí deseos de comer un rico helado de chocolate, con vainilla, muchas fresas y crema chantillí, ese día no me importaba la dieta, solo deseaba algo que subiera las energías gastadas este día. Así que ingresé a la que me pareció una agradable heladería, no muy lejos de la oficina, por la que pasaba habitualmente, pero nunca había entrado. Me imagino que por la premura con la que ando normalmente. Pedí el helado que traía en mi mente con la expectativa de que llenara mis venas de mucha glucosa, mientras el vendedor lo preparaba, como cualquier mujer hermosa me dirigí al baño para peinarme y retocar mi maquillaje, pues con las ganas que tenía de salir de la oficina olvide acicalarme, ya sabes una nunca sabe en qué esquina conoces a tu próxima conquista o quien quita el amor de tu vida.

Me miré al espejo y me volví a sentir bella, después salí del baño, al sentarme en una mesa relativamente cerca a la salida, el mesero trajo a la mesa el gigante helado el cual empecé a disfrutar inmediatamente, unos veinte minutos después el helado era historia, revise mi celular y camine hasta la caja para cancelar, al pasar el billete el cajero me lo devolvió informándome que el helado ya había sido cancelado, «perdón aún no he pagado» él me respondió, señorita el helado ya lo pagaron ¿Y quién lo pago? Le pregunté. La chica que está en la mesa junto al acuario canceló su helado.
Realmente me sentí extrañada no es habitual que una mujer pague la cuenta de otra chica, me iba a marchar sin más, pero la curiosidad me gano y como no podía ver bien a la chica camine hasta su mesa, hola quiero agradecer la invitación, aunque no hacía falta yo tenía como pagar la cuenta, no lo dudo dijo la mujer mientras subía su cabeza para mirarme.

Miradas que confunden

No puedo explicar el porqué no me fui, pero cuando la chica me miró, aunque deseaba irme, me quedé anclada al suelo mientras me miraba fijamente con sus penetrantes ojos de color indescifrable. Mucho gusto, me puedes decir, Alex. Hola, yo soy Fernanda. Gracias por el helado. ¿Te intimida que sea una mujer quien te haga una invitación? Me quedé pensando: ¿te puedo invitar una cerveza mientras platicamos? A pesar de lo inusual de la invitación me senté en su mesa y minutos después me encontraba charlando con esta enigmática chica, olvidando el cansancio del agitado día mientras escuchaba su tono de voz suave y algo ronco a la vez, te he visto pasar por aquí en varias ocasiones, trabajo del otro lado del Bulevar y suelo venir aquí a tomar café en la mañana o una cerveza en la tarde de cuando en vez.
No podía dejar de mirar el tatuaje que salía por debajo de la manga de su chaqueta y finalizaba en el dorso de su mano derecha. Siempre he criticado a las personas con tatuajes, especialmente a las mujeres, pero el tatuaje que ella tenía era muy particular y poco común, ¿Te gustan los tatuajes? No dejas de mirar mi mano, pues… ¿Pero dime qué es tu tatuaje? Le pregunté. Repentinamente, se paró y se quitó la chaqueta, tenía debajo una camisa de manga larga blanca la cual subió para que pudiera ver el extraño tatuaje, desde su codo salían flores unidas por espigas que iban dando la vuelta por su antebrazo y terminan en el dorso de su mano, por primera vez no me desagradaba ver tatuada a una mujer. ¿Puedo tocarlo, te dolió cuando te lo hicieron? Nunca he tenido cerca a alguien tatuado, la verdad no me gustan, me impresionan y siempre escuché a mi abuela decir que los tatuajes eran para los presos. Se echó a reír mientras me decía «Puedes tocarlo, las espinas no te pincharán y claro que duele y arde bastante mientras sana», me respondió. Pase mis dedos por la ruta que marcaba el tatuaje hasta llegar al dorso de su mano donde las ramas o líneas se hacían más delgadas, sus manos era muy delgadas y bonitas, mientras observaba en detalles su tatuaje pude sentir que miraba fijamente mi rostro, cuando levante la mirada me encontré con sus bonitos ojos, esta chica era una particular mezcla entre un delicado rostro de hombre y un hermoso rostro de mujer, cuando nos miramos fijamente, me sentí intimidada, no podía describir como me sentía exactamente, no lograba comprender por qué estaba sentada platicando con esta mujer que no conocía, pero con quien me sentía como si estuviera conversando con una amiga, la charla fluía como si nos conociéramos de antes.

La ambigüedad hecha mujer

Habrían pasado más de una hora de charla cuando su celular sonó, «hola, claro, ya voy para allá». Por favor, espérame, no me tardo, le dijo a la persona que la llamó. Me acompañas, debo arrimar por mis llaves, la verdad, solo vine a tomar un café, se suponía que no me demoraría más de 15 minutos. Vamos y conoces donde trabajo, lo dude, pero en segundos me encontraba atravesando el Bulevar con destino al lugar donde trabajaba Alex, al llegar al lobby del edificio saludo al portero y nos dirigimos al ascensor, en el piso 11 nos bajamos, una joven muy atenta y bonita la esperaba, en cuanto entramos a su oficina, la joven se marchó, diciéndole en vos alta Alex, nos vemos mañana. «No llegues tarde, tienes una cita importante a las 8.00 am»
Mientras guardaba su portátil en el maletín, y guardaba otras cosas, no pude evitar escanearla. Era alta, delgada, vestía un pantalón negro con correa del mismo color y tenis blancos y su corte de cabello era bastante masculino, pero por la delicadeza de su rostro se le veía bien. Se colgó el maletín de cuero negro, apago la luz y cerro la puerta, luego caminamos hasta el ascensor supuse que con dirección al primer piso, mientras bajábamos le pregunte «eres un hombre o una mujer» dando un paso hacia mí y quedando muy cerca, me respondió con una pregunta ¿si fuera un hombre habrías venido conmigo hasta aquí? Definitivamente no, le respondí. Entonces sabes que soy una mujer, aunque no estés convencida del todo, ¿tú eres homofóbica? Cuando me disponía a responder su agresiva pregunta, vi que el ascensor siguió hacia el sótano. Cuando salimos del ascensor activo, la alarma de su auto, si me lo permites, te arrimo a tu destino. Está bien, muchas gracias, Alex.
Durante el trayecto coloco música country e iba tarareando. No soy homofóbica, solo que nunca había estado tan cerca de alguien como tú, ¿y cómo soy yo? No lo sé, pero estoy casi segura de que no eres heterosexual. Le respondí, con una ligera sonrisa en el semáforo, me miro fijamente, «me defino como tomboy» ¿Y eso qué es? Le pregunté. Pues no soy femenina y me gustan las mujeres como tú, ¿Y cómo soy yo? Tú eres hermosa, femenina y cuando te veo pasar en las tardes al salir del edificio Smart Fitness donde me imagino que trabajas, te sigo con la mirada hasta la esquina donde tomas el taxi, y hoy cuando te vi entrar a la heladería desprevenidamente mientras peleabas con el viento para que no siguiera alborotando tu cabello, solo quería mirarte de cerca, y mírame estoy aquí contigo.Yo soy heterosexual, esa afirmación salió por instinto de mi boca y no supe por qué. Lo sé, Fernanda, lo pude leer desde el instante en que me hablaste en la heladería. Pero igual me sigues pareciendo hermosa y además comprobé que eres sencillamente encantadora en tu forma de ser. No me arrepiento de haberme atrevido a pagar tu helado, logré lo que tanto deseaba: conocerte y confirmar que eres tan interesante como te imaginé.

Cuando paramos en mi casa, se bajó del carro, me abrió la puerta, me dio la mano para que saliera, puso seguro a su auto y caminó conmigo hasta la puerta. Si fueras un hombre, serías el más caballeroso de todos. ¿En serio, aún hay hombres caballeros en estos tiempos? Me pregunto de manera sarcástica. Muy pocos te lo aseguro, le respondí.
Mientras nos acercábamos a la entrada de mi casa,  comentó, fue un gusto poder platicar contigo, yo digo lo mismo, Alex. Y casi que sin pensarlo le pregunté: ¿Te gusta la lasaña?, mmm no la como con frecuencia, pero me parece muy rica. Bueno, entonces, te invito a probar la que yo misma preparé anoche. Bienvenida a mi humilde morada, una vez abrí la puerta, la invité a seguir.
Cenamos lasaña de pollo y un par de cervezas; me felicito por mi exquisita sazón. Me contó un poco de su vida, yo le conté un tanto de la mía, me hablo de su exnovia azafata la cual no veía desde hacía 5 meses, me explico sobre su cargo de programación de Inteligencia artificial y aprendizaje automático, de su afición por la natación y uno que otro detallito de sus 25 años de edad. Sobre mí le hablé de mi reciente ascenso como jefe del departamento, mercadeo y ventas de una multinacional dedicada al mundo del fitness y nutrición saludable. Le conté que me divorcié hace un año y de la partida de mi hermana Sofía a Australia con su esposo y mi único sobrino hacía solo dos meses… en fin conversamos por largo rato.

La curiosidad mato al gato

Me sentía ante en la compañía de un apuesto y atento caballero, y a la vez ante la enigmática presencia de una mujer ambigua. Después de unas agradables horas de plática pasando por muchos temas, Alex miró su reloj, se paró del mueble de la sala, tomó su chaqueta y se despidió. Sin poderlo entender, quería seguir conversando con ella, pero sin dejarlo notar, la acompañé hasta la puerta.
Antes de salir, me pidió un bolígrafo y una servilleta. Escribió su número de contacto en la servilleta, quiero darte 3 cosas: Uno, mi número para que me llames, sí, así lo deseas, no te llamaré porque no quiero parecer una acosadora. «Nunca he pensado eso» le aclararé. Dos, las gracias por tu encantadora compañía, «eres exquisitamente como me lo imaginé». Me sonrojé realmente ese tipo de palabras, jamás las escuché por parte de ninguno de mis pretendientes o enamorados. ¿Será que todas las mujeres lesbianas son tan halagadoras? Me pregunté de manera introspectiva. Cuando abrió la puerta para marcharse, le pregunté «dijiste 3 cosas». ¿Cuál es la tercera? Así, se me olvidaba la tercera o más bien el tercero, y como quien se lanza al vacío completamente seguro de no morir, sus húmedos labios empezaron a besarme, nunca me habían besado con tanto fuego, y a la vez  tan delicadamente, tanto que al calor del momento pude sentir la pared en mi espalda y su delgado cuerpo apretando el mío sin que yo me opusiera o la detuviera, había visto películas rosa de lesbianas y siempre en las escenas de besos me había preguntado si realmente serían tan románticos y apasionados como se veía en la pantalla. Y para responderme en carne propia me encontraba allí dejándome besar de una mujer mitad hombre mitad mujer que me hacía estremecer al punto de sentir deseos de huir, pero con ganas de que el momento no terminara, yo actuando como si Alex fuese un hombre intuitivamente pose mis manos sobre su nuca mientras la zona baja de su cuerpo cada vez se compenetraba mas con la mía, Alex empujo la puerta con su mano, en ese momento no supe que me daba mas pánico si el saber que la puerta se había cerrado del todo o el sentir que estaba a punto de tener un orgasmo solo con el roce del cuerpo de esta mujer. Alex mientras pasaba sus manos por mi cintura acercó sus labios a mí, oído «te deseo desde el momento que sentí tus dedos deslizarse por mi tatuaje» deseaba besarte, tocarte en ese instante sin importar quien estuviera viendo, mientras la escuchaba confesándome sus desenfrenados deseos, sentí su mano tatuada acariciando mi muslo por encima de mi pantalón, sentía mi pecho agitado, mi entre pierna caliente como el fuego y mi vientre ardiendo de placer. No tenía idea de que debía hacer, pero como si fuese mi primera vez mientras nos besábamos llegamos hasta mi cama donde pude sentir el peso de su cuerpo sobre el mío, mientras nos acariciábamos Alex abrió mi blusa y delicadamente mientras besaba mi cuello desabrocho mi brasier una vez sentí el calor de su boca en mis senos perdí la cabeza, presa del deseo mientras me llevaba al límite mordiendo suavemente mis senos empecé a quitarle la chaquete, después empecé a desabotonar su camisa, en ese momento nos miramos cara a cara sus labios eras mas gruesos que antes y una vez le quite por completo la camisa, pude ver sus busto completamente desnudo, solo en ese momento fui consiente de que Alex era realmente una mujer, la mujer que tenia mi cuerpo
temblado de lujuria… continuara

¿Si eres heterosexual y tienes sexo con alguien de tu mismo género, realmente sabes cuál es tu preferencia sexual?

Nuestras historias se entrelazan cada vez más; así que, te invito a responder la pregunta de esta ocasión o si deseas contarme tu historia, no olvides pasar por la sección Cuéntame.
Yinet Mesías – 2024

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