[Dos mujeres, una casualidad… ¿el destino?]

Así comienza mi historia. Caminaba distraídamente pensando en Sofía y Miguel, mis mejores amigos y compinches con los que llevo estudiando los últimos dos años de la carrera que este año culmina. Los había extrañado durante las vacaciones.
Mientras subía sin prisa las escaleras que me llevarían al aula 403 donde tendríamos el primer encuentro con la nueva docente de una de las asignaturas más importante a puertas de finalizar mi pregrado, mentalmente rogaba al universo que esta no fuera una más de las que hacen que tus promedios se vayan al trasto de la basura, de repente “un grito ensordecedor” me abstrajo de mis pensamientos era la escandalosa voz de Miguel Herrera mi confidente y mejor amigo, quien me hizo señas para que llegara al ventanal que daba al parqueadero de la universidad, con él estaba Sofía, la Einstein de la facultad porque nadie puede siquiera igualar su nivel intelectual aunque a primera vista nadie imaginaria que es materia gris en esencia, ya que su personalidad es desparpajada, es muy social y no ahí fin de semana en que no se tome por lo menos tres cervezas bien frías, ella se sale del estándar de los llamados ners quienes son por lo general tímidos y más sanos que una zanahoria.

Ven para que deleites la vista me grito Migue, al llegar a su lado me abrazo y me cargo como si yo fuera una niña, luego puso su pesado brazo sobre mi hombro, también pude darle un afectuoso abrazo a Sofi, nos sentimos felices al revisar las asignaturas porque pudimos confirmar que nuevamente estaríamos juntos este semestre. Mira hacia el parqueadero, me dijo Migue. Dicen que ella es la nueva docente de derecho procesal. Cuando me percate, varios hombres de todas las edades la seguían con la mirada mientras caminaba junto al decano de la facultad de derecho. Es bonita, ¿no? Me preguntó Migue. Pues no lo sé, está muy lejos, solo veo que es alta, respondí; realmente este es el problema de ser abiertamente gay. Todos creen que por ser lesbiana te gustan y quieres acostarte con todas las mujeres que pasan por tu lado. En fin, la verdad es que no puse a atención a la nueva docente, además desde el ventanal solo pude notar que llevaba un lindo bolso y que caminaba muy elegante, pero realmente no pude ver su rostro.


A las 5:50 de la tarde cuando el guarda de seguridad abrió el aula 403 todos subimos al cuarto piso y tomamos asiento, yo me senté estratégicamente al lado de Sofi, porque requería para esta materia a la mejor de las mejores a mi lado y no me separaría de ella en esta clase, ni para ir al baño, a las 6:00 pm escuchamos cada vez más cerca tacones acercándose por el pasillo sin mucha prisa, de repente la nueva docente cruzo el umbral de la puerta; buena tarde mi nombre es Luisa Barreiro soy desde hoy la docente que dictara la clase de derecho procesal civil, en los aproximadamente 5 minutos que duro su presentación solo recuerdo haber escuchado la palabra Argentina, especialización y, de nuevo en el País, porque el resto de lo que dijo me lo perdí mientras mi memoria retrocedía en el tiempo hasta mis inocentes 17 años, remembranza que me llevo de nuevo al último año de bachillerato, en aquella época la profe Lu como la llamábamos cariñosamente era la directora del grupo en el que me gradué de bachiller y sentada en la primera fila de la clase me estaba enterando de que ella dictaría la materia más difícil y exigente a puertas de nuestra graduación, que gran sorpresa, pero como es que ahora enseña derecho y en la universidad, me pregunte.
Definitivamente, no tengo buena memoria, pero esa noche al llegar a mi casa, al subir a mi habitación como por arte de magia después de ducharme y tirarme a la cama los recuerdos de mi último año de bachillerato llegaban como secuencias fotográficas a mi mente y en cada recuerdo una imagen de la profe Lu retumbaba en mi cabeza, estaba tan impactada de volver a verla después de tantos años que no tuve energía para ir al gimnasio, esa noche con aquellos recuerdos me quede dormida.

Para que te enteres yo era la capitana de las porristas del equipo de futbol, era muy popular y sin ser vanidosa hacia parte de las chicas más lindas de los tres grupos que estaban por graduarse ese año, en esa época también era la novia del portero del equipo y era envidiada por muchas de las otras estudiantes porque Juan Pablo como se llamaba mi novio del bachillerato era muy guapo, popular y muy buen estudiante, mejor dicho Juan Pis como le decían cariñosamente era el chico perfecto, yo era su novia y eso era suficiente para que las demás chicas me envidiaran y además me odiaran por ser linda.

Un viaje al pasado en presente

En el último año de bachillerato la profe Lu era la directora del grupo y además era profesora de ciencias sociales, yo era la mejor de su clase y creo que no tanto porque fuera muy inteligente, sino porque inexplicablemente esa clase me encantaba, así como me encantaba ver sus hermosos ojos color miel, su estatura, su elegancia, la sonrisa, mejor dicho yo era la novia del chico más deseado por la mayoría de las estudiantes de bachillerato, pero inexplicablemente mi amor platónico aunque nadie se lo hubiera podido imaginar era la profe más deseada por todos los estudiantes del colegio.
Creo que lo mucho que me gustaba la profe Lu fue la razón principal por la cual empecé a sospechar que quizás me gustaban las mujeres. Y aunque todo ese mar de emociones al sentir no sé, si era amor, curiosidad o deseo por una mujer mucho mayor que yo a mis escasos 17 años, una vez me gradúe de bachiller todas esas emociones quedaron con el tiempo en el olvido, pero por las llamadas casualidades de la vida 10 años después nuevamente frente a una pizarra sentía mi cabeza y emociones al límite por causa de la misma profesora, solo que esta vez ella sería quien me daría el aval para ser una profesional, mejor dicho mi futuro profesional estaba en sus manos, pues dictaba una de las clases más exigentes para poder graduarme. 
Poco a poco los días fueron pasando, las semanas transcurriendo y entre clases, trabajos y debates sobre leyes, cuando caí en la cuenta, ya íbamos llegando al segundo mes de este semestre y yo empezaba a sentirme nuevamente cautivada por la ahora docente de derecho quien ni siquiera se acordaba de mí.
Volviendo al presente, en mi trabajo en una editorial que quedaba en el centro de la ciudad no lograba concentrarme y en la universidad era peor porque el objeto de mi distracción dos veces por semana me llenaba la cabeza de emociones que me hacían sentir nuevamente tonta. Mi amor platónico de la adolescencia volvía a ser nuevamente mi amor platónico, pero ahora más inalcanzable que nunca.
Recuerdo que uno de tantos jueves de clase, aproximadamente a las 8:50 pm la clase terminó y, como de costumbre, todos fueron saliendo. Yo me retrasé guardando mis libros, no sé por qué ese día en particular le pregunté inesperadamente: «Docente Luisa», ¿no se acuerda de mí? Creo que la sorprendí porque se quedó mirándome fijamente y me respondió. Realmente no sé por qué se me hace conocido tu rostro, pero no he podido recordar de dónde te conozco. ¿Te llamas Karla, cierto? Si, le respondí, yo era la capitana del equipo de fútbol en el colegio, «pero claro» me interrumpió abruptamente, Karla Méndez la chica más envidiada por ser la novia de Juan Pis, el chico más lindo del equipo de futbol, se rio espontáneamente, de verdad que no daba con tu rostro, eras una niña en ese entonces, ni tanto yo ya tenía 17 años, le dije sonriendo tímidamente. Ese día salimos conversando sobre anécdotas de ese año lectivo, era la primera vez en lo transcurrido del semestre que la veía sonriendo y hablando fluidamente de cosas diferentes a las leyes, actualmente era demasiado seria y casi nunca se reía, era algo que casi todos comentaban, era casi imposible lograr entablar una conversación con ella una vez terminaban las clases, de hecho al finalizar las clases casi siempre se quedaba en su escritorio alistando su maleta y en algunas ocasiones solo decía «esta clase ha terminado» feliz noche para todos e inmediatamente recogía sus cosas y se dirigía caminando rápidamente a su auto; definitivamente era algo misteriosa o quizás se había vuelto asocial, en la época de bachiller ella era alegre, divertida y siempre tenía una contagiosa sonrisa, es algo que al parecer con el tiempo había desaparecido, justo en ese momento me pregunte que le abría pasado para que esa mujer del pasado tan sonriente y simpática, se hubiese convertido en una mujer tan seria. Ese día continuamos conversando mientras caminábamos hasta el parqueadero de la universidad. Al llegar a su auto, me despedí y me dirigí al paradero para a bordar el bus que me llevaría al lado sur de la ciudad, que estaba en sentido contrario a la ruta que ella emprendió en su automóvil.
Por otra parte, con el paso de los días en la universidad se corrió la voz de que las clases con la docente Luisa eran intensas y apasionadas, llenas de fuertes debates sobre leyes, normativas y sesiones en las que se planteaban litigios que solían ser muy realistas, en muchas de las clases se tomaba un tema en particular y ella creaba el ambiente propicio para que nos sintiéramos realmente en un tribunal en el cual ella presidía como la juez y cada grupo presentaba sus argumentos y pruebas para respaldar su posición, y ella de una manera intensa y severa nos llevaba al límite en cada clase, creo que esa versatilidad y pasión en su forma de enseñar es lo que nos motiva a que en carro, patines o corriendo todos lleguemos a sus clases y creo que esa increíble profesionalidad es lo que la ha convertido rápidamente en la más popular de los catedráticos de derecho de la jornada nocturna, sinceramente todos los estudiantes que asistimos a sus clases lamentemos que la docente Luisa no hubiese sido la maestra adjunta desde el inicio de la carrera.
A medida que fueron avanzando las semanas, comencé a notar un acercamiento amistoso, por parte de Luisa, ya que en sus clases empecé a destacarme al ser una de las primeras alumnas en llegar y la última en irme, mis intervenciones eran acertadas, precisas y mi nivel académico iba en ascenso cuál cohete espacial; mejor dicho mis notas, trabajos y nivel académico iban alcanzando un alto nivel y es que en sus clases me sentía a gusto, inspirada como en la época de bachiller y destacaba como nunca antes, ya no me daba pena participar, opinar, cuestionar y casi siempre terminaba iniciando debates candentes en dichas clases, en este semestre aunque estaba lejos de superar el nivel académico de Sofi el cerebrito de la facultad de derecho, mi nivel académico llegaba a máximos históricos como la bolsa de valores, por suerte Sofí y yo éramos amigas desde el primer semestre y no me veía como su rival, de hecho se mostraba feliz con mi destacado nivel académico a tal punto que en ocasiones estudiábamos juntas, y me tomaba del pelo por venir a destacar al final de la carrera, alguna vez me pregunto donde había tenido guardadas mis neuronas, ya saben los intelectuales a veces son crueles, pero yo estaba feliz en este semestre el cual erróneamente había pensado que sería el más duro de todos, mejor dicho esta sin duda era mi mejor época como estudiante universitaria.

Cierta noche después de una intensa sesión de debate en clase me quede hablando con la «profe Lu», así empecé a decirle cariñosamente después de entrar en confianza, eso sí, solo cuando estábamos solas, la conversación fluyó de manera natural, como si fuéramos viejas amigas, sentí una conexión especial y decidí ser valiente, le dije «Profe Luisa, pienso que tienes una forma de ver el mundo que realmente me inspira»
«Gracias, Karla. A veces, los estudiantes como tú son los que realmente me mantienen apasionada por enseñar.» Ese día sentadas en el aula hablamos por horas sobre mi proyecto de grado, luego me contó sobre su experiencia viviendo en Argentina donde realizo su especialización en derecho, también me confirmo que había regresado hacía 6 meses al país, poco a poco fuimos cambiando de temas esa noche volví a sentir a la profe Lu que conocido 10 años atrás, se mostraba sonriente, gentil, alegre tanto que no pude evitar alagarla diciendo, siempre me encanto su sonrisa es sencillamente mágico verla sonreír profe Lu, sus mejillas se sonrojaron y solo dijo. Se me olvidaba que eres bastante espontánea para hablar veo que eso no a cambio en ti aunque ahora eres toda una mujer, ese comentario me dio felicidad realmente se acordaba en detalle de mí, para mis adentros solo pude pensar «si supiera que ella fue mi amor platónico y que me hizo dudar si realmente era heterosexual» qué fortuna es que nadie pueda leer tu mente. Un suspiro se me escapó del alma.
«Por Dios» son las 11:00 pm, ¿cómo es posible que estemos aquí aún? Vámonos, rápidamente metió sin mucho cuidado sus cosas a su bolso y salimos del aula con rumbo al parqueadero una vez llegamos a su auto se ofreció a llevarme, en aproximadamente 20 minutos que duró el trayecto de la universidad a mi casa, hablamos de muchas cosas e hizo la pregunta que sospecho le causaba curiosidad: ¿Te casaste con Juan Pablo? No respondí. Una gran sonrisa nerviosa brotó de mis labios. Juan Pis me odia y no me habla hace varios años. ¿En serio, no me digas que le pusiste los cuernos? No, como se le ocurre, realmente me enamoré perdidamente de una compañera de trabajo. Le respondí, me di cuenta de que lo mío no eran los hombres, mejor dicho, salí del closet hace aproximadamente cinco años y es lo mejor que he hecho en toda mi vida, pero si por esto no me quieres volver a hablar, la entiendo.
Minutos después paramos frente a mi casa, me bajé del carro y le dije: Luisa, gracias por traerme. Karla, gracias a ti, hoy me reí como loca y no pude evitar recordar que hace años atrás, cuando eras una adolescente, me hacías reír igual. ¡Qué bonito que sigas siendo tan sincera y no te importe lo que el mundo opine! Eres una chica admirable y te aclaro que no soy homofóbica, si es lo que insinuaste, los prejuicios no son para mí, además no tengo autoridad moral para juzgarte.
Profe Lu, usted sigue siendo una mujer sencillamente encantadora y tan hermosa como hace 10 años cuando era mi profe favorita, le dije. Dicho esto, mi valentía se acabó, y caminé tan rápido como pude hasta la puerta de mi casa. Al llegar a mi alcoba, cerré la puerta y me cuestione: ¿será que fui demasiado sincera al revelarle mi preferencia sexual? Pues, qué carajos, ya lo dije, no hay nada que hacer.

El martes siguiente todo transcurrió como de costumbre, clases, debates, lecturas, prácticas en fin… lo mismo de siempre, finalizada la clase guarde mis libros y salí distraídamente hacia el paradero, ese no había sido el mejor día de mi vida, había metido la pata en el trabajo y mi jefe me había hecho un fuerte llamado de atención, creo que ese día como dicen las abuelas me levante con el pie izquierdo, aquel día no participe en absoluto en clase, creo que estuve en cuerpo, porque mi mente estaba perdida entre tantas situaciones caóticas que me pasaron ese día, tanto así, que no supe exactamente como rayos había caminado y llegado al paradero.
Hola, Karla extrañé tus aportes hoy en clase. ¿Te pasa algo? Realmente hoy fue un día terrible, no quiero ni recordarlo. ¿Te puedo invitar a tomar un café? Sube al carro Karla y me vas contando por qué consideras que fue terrible este día, pasado un rato no solo tomamos café también comimos hamburguesa y terminamos riendo como de costumbre cuando estábamos juntas; definitivamente estar un minuto junto a ella era para mí tocar el cielo sin necesidad de volar, ya no tenía duda de que esta mujer que debía tener unos diez años más que yo era aquella estrella que no te cansas de mirar, pero sabes que jamás podrás tocar, a veces mientras hablábamos frente a frente los deseos de besarla me tronaban la cabeza, solo rogaba al cielo que algún día no perdiera la cabeza. Luisa era mi amor platónico, pero no como cuando uno se enamora de una actriz o una cantante y fantaseas con ella cada vez que la ves en uno de los tantos anuncios que llegan sin parar al celular con su rostro, en mi caso mi amor platónico me hablaba, me sonreía y con el paso de los días se convertía en una amiga, mejor dicho ya no era un amor platónico, sino un amor tormentoso que me acercaba y me hacía huir de ella, todo a la vez.

Sus ojos me miran, pero no me ven

A medida que transcurría el semestre, empezamos a compartir más momentos juntas, pastelillos en la cafetería y caminatas por el campus universitario hasta llegar al parqueadero donde habitualmente se ofrecía a llevarme hasta mi casa, cada encuentro se convertía en una oportunidad para conocernos, para hablar de las muchas cosas que cada una vivió después de ser profesora-alumna en la época del bachillerato y aunque en mi subconsciente sabia que la profe Lu solo me veía como una más de sus alumnas, en mi corazón sentía la llama de un amor que no moría, no se agotaba y que me llevaba a sentirme en el cielo esos cortos 20 minutos que duraba el trayecto de la universidad a mi casa y aunque pareciera absurdo y loco cuando nos sentábamos a hablar de lo que fuera y la veía reír a carcajadas con mis ocurrencias, percibía y me parecía que la profesora Luisa se sentía rejuvenecida con la energía vibrante que me emanaba del alma cuando yo estaba junto ella, aunque también era consiente de que quizás eran cosas que solo estaban en mi mente, solo ideas locas de una mujer platónicamente enamorada creando fantasías de la nada para consolar su corazón enamorado y sin esperanzas.

Cierto día, al ingresar al aula a las carreras un minuto antes de que la clase empezara mientras corría hacia mi puesto habitual porque me había cogido la tarde, pude notar el gesto de inquietud que expresaba el rostro de la profe Luisa mientras observaba detenidamente un papel rosado que sostenía en su mano, el cual decía: «Mujer hermosa vendería mi alma al diablo si pudiera posar un beso en tus labios» las últimas clases, cada día al ingresar al salón ella encontraba una nota romántica escrita en un papel de diferente color, la segunda nota que encontró le produjo sorpresa, «Luisa amo los martes porque puedo perderme en el suave arrullo de tu voz que cautiva en cada eco mi alma y mi corazón» la tercera nota produjo en su rostro curiosidad, «eres el antídoto que liberaría mi alma del veneno que lentamente me va matando mientras espero que te des cuenta de que te estoy amando» la cuarta nota produjo en su rostro  inquietud y por más que quisiera disimular yo lograba percibir como nos miraba detenidamente tratando de descubrir quien podría ser ese hombre que le escribía notas de amor, y aunque teníamos cierta confianza extrañamente, ella nunca me hablaba de las notas que le dejaba su admirador secreto.

El beso que desnuda el alma

Dicen que el amor es lo más cercano a la locura y definitivamente yo estaba por perder la cabeza. La siguiente semana tendríamos un receso académico, no recuerdo exactamente a raíz de qué, pero debía ser por eso que me sentía afligida aquel jueves, no la vería en toda la semana y la sola idea me ponía triste. Al terminar la clase aunque cargaba en mi maleta la ropa para el gimnasio decidí no ir y después de tanto pensarlo empujada por un loco impulso corrí hasta su auto para alcanzarla antes de que arrancara, le toque la ventana y cuando bajo el vidrio la invite a tomar café, ella aceptó la invitación, pero en el camino comento que tenía antojo de una cerveza, así que la invite a tomar cerveza artesanal a un bar lejos de la universidad, como a los 11:00 pm salimos del sitio rumbo a mi casa, Karla gracias por la invitación como de costumbre la pase genial contigo.
No sé, si fue efecto del sereno de la noche o las 4 cervezas que me había tomado, pero al acercarnos para despedirnos de beso en la mejilla me gano la tentación y sintiéndola tan cerca la bese apasionadamente, durante esos cortos, pero intensos segundos tuve la sensación de que ella también me besó con mucho deseo. Una vez el sorpresivo beso término como quien huye de la escena de un crimen abrí a toda prisa la puerta y me tire del carro, creo que supere la velocidad de la luz porque cuando volvió en sí, estaba de espaldas sosteniendo la puerta de mi alcoba como si alguien me fuese a atrapar, cuando me percate de lo ridículo de la escena corrí para asomándome por la ventana asegurándome de no mover la cortina para que no se diera cuenta de que la miraba, pero para mi sorpresa aun su carro seguía parqueado fuera de mi casa. Realmente estaba en serios problemas, como dice el dicho después del gusto que venga el disgusto.

Carajo la cagué como pude ser tan… es la docente que me da la clase más importante para graduarme no podía creer que me hubiera atrevido a tanto, peor no me sentía culpable o quizás sí, pero como fuera no podía dejar de recrear una y otra vez lo mágico, sensual y excitante de haber besado sus labios y no podía quitarme de la cabeza la idea de que ella también me había besado con muchas… en fin me sentía llena de adrenalina, pero no me sentía capaz de mirarla a los ojos, me moriría de vergüenza. Aquella noche no dormí de pura preocupación, necesitaba contarle a alguien que estaba asustada, pero feliz, o quizás feliz pero aterrada, así que una vez el carro arranco llame a Migue, el era el confidente perfecto a quien podía contarle mis pecados y secretos.
Rato después de llamar a Migue tirándome piedritas por la ventana anuncio su llegada, esa madrugada pedimos pizza, cervezas y termine contándole mi triste historia del bachillerato y mi historia trágica actual con la profesora Luisa, la pregunta que me hizo fue ¿no te pego una cachetada? Y él mismo se respondió: «Quizás es lesbiana reprimida o una hetero confundida», cuando entremos de nuevo a clase no digas nada y todo quedará en el olvido o dile que fue efecto de las cervezas. No te preocupes, no creo que vaya a acusarte. Si ella no dice nada, pues hazte la loca y ya. Te aseguro que yo teniendo a esa mujer cerca y con cuatro cervezas en la cabeza, la hubiera cagado peor, mínimo me hubiera declarado y la hubiera invitado a un motel, por fortuna no eres hombre. A pesar de mi preocupación con semejantes ocurrencias de Migue terminé riendo a carcajadas definitivamente uno siempre debería tener un amigo fiel que te ayude a apaciguar el alma cuando sientes que pierdes la calma, que afortunada me sentí en ese momento al contar con la presencia de mi querido Migue.

Esa semana procuré no pensar en las consecuencias que tendría el haberme atrevido a tanto, pero aprovechando el receso universitario en el cual no vería a la docente Lu, decidí vivir la vida y dejar de contemplar el estúpido sentimiento que no me llevaba a ningún lado y era un total caso perdido, salí a bailar con Migue, a tomar cerveza con Sofi, me di un revolcón sexual con mi ex, en fin fue una semana de excesos y falta de sesos porque a la mitad de esa semana me sentía fatal, pues con mis dos compinches nos pasamos casi todos los días después del trabajo de parranda en parranda, no había tocado un solo libro, no había terminado los trabajos que debía entregar al finalizar dicha semana en fin… los excesos me estaban pasando cuenta de cobro porque estaba atrasada con todo lo académico. Pero esto tenía un matiz positivo, porque transcurridos ya cuatro días de receso académico, Luisa Barreiro no había aparecido en mi mente ni un solo día, y eso era muy sano para mi demente estado emocional.
El viernes de aquella la semana, Sofi, Migue y yo como era de costumbre los fines de semana nos encontramos para tomar cervecita en nuestro bar favorito a las afueras de la vecindad y sí que era nuestro sitio ideal, buena música, karaoke, bar de chicas lesbianas que por cierto a Migue le fascinaba porque podía fantasear viendo chicas bailando y besándose sin censura, además teníamos crédito abierto por ser clientes fieles y porque Daniela la dueña del bar era mi ex cuñada.

A eso de la una de la mañana por fin salimos del bar en medio de un aguacero que poco nos importó, estábamos felices era fin de semana, estábamos libres de estudio éramos y nos sentíamos jóvenes y bellos, nos subimos los tres como pudimos a la moto de Migue y cantando a todo pulmón iniciamos el tambaleante viaje para llegar a su casa y aunque íbamos despacio terminamos nadando en el barro en la mitad de la vía sin pavimento y solitaria, el mal equilibrio producto de la borrachera que llevábamos no nos permitía ponernos en pie, nos quedamos un largo rato los tres tirados en medio del barro muriendo de risa; al rato mientras sofí se quejaba por los moretones que le había dejado la caída, Migue y yo intentábamos en vano levantar la vieja moto que a pesar de las mil patadas que mi ebrio amigo le daba no encendía, a lo lejos las luces de un carro blanco nos encandiló y aunque los tres como pudimos hicimos señas y gritamos pidiendo un aventón, el vehículo paso de largo, aunque estábamos borrachos éramos conscientes de que estábamos a varias horas de nuestras casas, que no teníamos alientos para arrastrar la moto varada y que nadie nos llevaría porque estábamos embarrados hasta los huesos, eso sin contar que olíamos a licor, hasta podrían pensar que estábamos drogados, definitivamente éramos en ese momento lo más lejano a unos buenos estudiantes de leyes a punto de graduarse.

Inesperadamente, después de avanzar unos cuentos metros el carro dio reversa, una vez cerca la ventana del conductor bajo el vidrio, el torrencial aguacero no nos dejaba ver quien era, solo escuchamos la voz de una mujer que exclamo «Por Dios que les paso» era Luisa Barreiro nuestra querida licenciada de derecho preferida, estamos borrachos dijo Sofi, estamos varados dijo Migue y yo, yo solo no podía creer que Luisa mi eterno amor platónico me estuviera viendo a punta de caerme de la borrachera, desde adentro del carro nos tiró una toalla y unos trapos, suban por favor yo los llevo aunque me quedaran debiendo la lavada, claro licenciado Luisa le pagaremos la lavada y hasta la brillada, si es necesario. Dijo Sofi. Después de medio quitarnos el barro, Sofi y yo subimos a su carro. Migue se quedó con la moto mientras nosotras nos comprometimos a llamar una grúa en cuanto tuviéramos señal. Pasados más o menos 30 minutos arrimamos a Sofí a su casa. Yo te llevo a tu casa, Karla. En el camino yo no hablaba. ¿Karla, te encuentras bien? Me pregunto. Pero no respondí, pensaba para mis adentros como era posible que cuando iba a completar una semana sin sentirme enferma de amor, esta señora apareciera cuál salvadora, tenía rabia con el destino o con lo que fuera, por favor puedes parar me siento sofocada, cuando el carro detuvo la marcha me tire como pude para no vomitar dentro, Luisa se bajó rápidamente y me tomo del brazo, no te ves bien te llevaré a casa, es lo último que recuerdo haber escuchado, porque no supe más de mí.
 
Un fuerte dolor de cabeza sacudió mi cabeza cuando abrí los ojos y al sentarme me di cuenta de que estaba en sostén y pantis, que no estaba en mi casa, ni en mi cama, junto a la cama había una silla sobre la cual perfectamente dobladas había una camiseta palo de rosa y una pantaloneta rosada, cuando me pare para tomar las prendas Luisa entro al cuarto con un vaso con jugo de naranja cuando la vi me cubrí para que no me viera en paños menores. Nadie creería que eres tan tímida, como pude te quite la ropa embarrada por eso estás semidesnuda, pero no te preocupes en tono burlón comento, afortunadamente no soy un hombre así que no corres riesgo de un abuso, por si no lo sabes eso suele pasar cuando las mujeres quedan tiradas en la calle borrachas. Con ese regaño me pego la cachetada que de seguro me hubiera dado mi mamá si me hubiera visto en semejante facha. Te traje zumo de naranja para que mates el guayabo. ¿Te sientes mejor? Lo lamento, profe Luisa, estoy muy avergonzada. ¿Avergonzada, en serio, porque te vi borracha, porque te encontré tirada en la calle como una mendiga o porque ninguno de los tres hace unas horas parecía un futuro profesional de bien? Karla, recuerda que el licor y las leyes no se llevan bien, mirándome fijamente, levanto la ceja y me miro con expresión de total desilusión.
Podrías entregarme mi ropa, no quiero estar en pantis, le dije. Tu ropa está en la lavadora, estaba llena de lodo, la puse en la lavadora, ahora está colgada y mojada, pero no te preocupes, no tendrás que andar semidesnuda en la casa. Minutos después regresó de nuevo al cuarto, me pasó unos jeans negros y una camisa de botes y manga, larga que, por cierto, olía a talco de bebe. Mi ropa te quedará grande, pero al menos no te dará gripe y no morirás de vergüenza. Sobre la ropa que me pasó estaba mi billetera de mano. Cuando iba a meter tu ropa a la lavadora, encontré tu billetera, traté de salvar lo que se pudiera dañar. Enseguida me paso  mis documentos en una bolsa. Una vez me puse la ropa, me paré y le di las gracias por rescatarnos y por lavar mi ropa. No te preocupes, ya es mediodía, vamos para almorzar. Después del almuerzo, me mostró su casa, su gato, fotos de su vida y de su especialización en Argentina. ¿Profa Luisa, usted está casada? No, Karla, me casé hace seis años, pero desde hace dos años soy viuda, y desde entonces el amor no ha vuelto a hacer parte de mi vida. En este momento entendí por qué ya no reía y tenía esa alegría que tanto recordaba. Quizás un velo de dolor lastimaba su alma. 

Cuando los astros se alinean…

Nos pasamos la tarde hablando de cosas sin importancia ni yo me iba ni ella me pedía que me fuera, cuando se fue agotando el repertorio de conversación le dije que debía regresar a mi casa, así que me pidió subir hasta su alcoba para entregarme la ropa ya seca, mientras subía la escalera siguiendo a Luisa sentía una tentación enorme de decirle que desde mi adolescencia ella era el amor de mi vida, no podía creer que hubiera dormido en su cama, que acababa de pasar un día entero a su lado no quería que el día acabase no quería alejarme de su lado, sentía un nudo en la garganta, mientras subíamos uno a uno los escalones, pensaba también en que en todo el día no había mencionado nada acerca del beso atrevido que le había dado hacía una semana, me sentía apenada al pensar en ello.
No quería despedirme, solo deseaba tener el valor suficiente para volver a besarla, pero al llegar a la puerta de su alcoba simplemente me quede parada sin atreverme a decir nada, me sentía tonta, cobarde, inmadura tenía al amor de mi vida a punto de despedirse y yo no era capaz de dejar escapar un solo ápice de tantas cosas que quería decirle.
Al entrar a la alcoba, tomó la ropa de la cama y me la pasó. Junto con la ropa me entrego también un papel rosado en el cual, medio borrado, se podía leer una nota que decía: «vendería mi alma al diablo si pudiera besar tus labios». Casi me muero del susto, pero lo peor fue cuando me cuestiono: ¿tú escribes las notas anónimas que me dejan en el escritorio, verdad? No sabía qué contestar, me temblaban las piernas. ¿Sabes algo, Karla? Tenía mis dudas, he comparado varias veces tu letra con las notas que me deja mi supuesto admirador que por cierto son bastantes poéticas, pero no lograba corroborar sí, son la misma, pero cuando atrevidamente me besaste casi que lo confirme, más hoy cuando saque de los bolsillos de tu chaqueta los documentos para que no se acabaran de mojar, no fui capaz de evitar la tentación de esculcar entre tus papeles y en contre la nota que confirma que eres tú quien asegura estar enamorada de mí, me sorprendes porque en principio pensé que mi admirador era un hombre.

Yo estaba completamente aterrada. Luisa me hablaba, sería y casi enojada, estaba en completa evidencia y, como de costumbre, yo no era capaz de reaccionar ni decirle nada. Ante mi silencio y mi cara de susto se me acercó amenazantemente con la nota en la mano, podía sentir su respiración a la altura de mi nariz. «Niña, si es como dice la nota, tu alma es mía, porque ya me has besado» tartamudeando solo dije, me escabullo por la ventanita diminuta que está detrás del jarrón rojo al lado del tablero para poder dejarte las notas antes de que llegues el aula, Luisa yo estoy, pero antes de que pudiera por fin expresar mis sentimientos, con su dedo índice me callo e inesperadamente dio un paso hacia mí, tomo con sus manos ambos lados de mi camisa y los abrió con fuerza haciendo caer varios botones al suelo, acto seguido acercándose a mi oído susurro suavemente «haré realidad tus fantasías» sentí mi corazón a punto de explotar cuando sus labios empezaron a besar con fuerza los míos, los besos se fueron haciendo más intensos y apasionados podía sentir sus suaves manos acariciando mis caderas y sus grandes pechos acercándose centímetro a centímetro cada segundo más a los míos, poco a poco su cuerpo agitado me fue empujando hasta la pared y allí mientras me besaba apasionadamente yo iba perdiendo una a una las prendas prestadas que llevaba puestas en ese momento, sus labios recorrían agitadamente mi cuello hasta llegar a mis senos justo en ese instante sus manos quitaban mis pantis los cuales eran lo único que a esas instancias cubrían mi cuerpo, sus manos recorrieron todo mi cuerpo y dieron placer a cada fibra de mi piel, cuando regrese de la estasis total, estábamos enredadas entre las sabanas de su cama, no podía creer que tuviera a la mujer más deseada de la universidad gimiendo de placer entre mis brazos, murmurando en mi oído frases que nadie imaginaria que una mujer de su intelecto podría decir, horas de placer, minutos de deseo, segundos de lujuria nos unieron en secreto ese día que se convierto en noche y esa noche que nos vio despertar juntas el siguiente día.

La semana de receso termino, mi último semestre de universidad siguió su curso, Luisa sigue siendo la docente de derecho más admirada y respetada de la modalidad nocturna, yo sigo destacándome académicamente en cada una de sus clases, y como no, tengo que hacer honor a las clases privadas que me da, además me exige académicamente el doble que a los demás, pero no me importa tengo claro que debo estar a la altura de la mejor, así nadie lo sepa.
Migue seguía siendo un alumno normal y mi confidente fiel; Sofi, bueno, ella es sencillamente una lumbrera y continúa siendo la estudiante de derecho con el mejor promedio de la universidad, los tres continuamos siendo los mejores amigos y, en honor a eso un día de aquellos en los cuales te sientes culpable de no contarle a tus mejores amigos tus pecaminosos secretos me sincere y les conté sobre mi lujurioso idilio con Luisa, fue toda una sorpresa porque me confesaron que pensaban que yo estaba saliendo con alguna chica casada porque me comportaba muy rara, me perdía, hablaba en secreto por celular y sentían que algo les ocultaba.
Eso de que mis amigos supieran lo nuestro no le gusto para nada a Luisa, pero ellos se han convertido en nuestros cómplices, son los únicos que saben, así que en ocasiones salíamos los cuatro a comer, cenar, al cine a bailar, pero ya no nos emborrachábamos como locos, tenemos a una mentora adulta a nuestro lado que nos enseñaba buenos modales, etiqueta y nos hizo ser consientes de que pronto seremos profesionales que laboraran en bufetes y compañías importantes en las cuales debemos estar a la altura, así que poco a poco nos hemos convertido en unos educados y muy cultos universitarios.

Ya en confianza Luisa me contó que cuando fue directora del grupo en el que me gradué como bachiller ella era la novia de la coordinadora académica del colegio, me sorprendió esa confidencia porque al parecer nadie se dio cuenta, también me comento que siempre le parecí una chica muy linda y especial, pero era solo una niña y por eso jamás se acercó a mí, además me confesó que durante su estadía en Argentina donde realizo su posgrado en derecho judicial conoció a una empresaria ocho años mayor que ella quien dos años después se convirtió en su esposa durante seis años, esta falleció a raíz de un accidente automovilístico y desde entonces no se volvió a enamorar, el conocer detalles de su vida amorosa y confirmar que era lesbiana pude entender por qué llegue a sentir tanto amor por ella cuando yo era muy joven, creo que era mi subconsciente mostrándome que yo no le era indiferente y creo que lo que sentí en mi adolescencia por Luisa me permitió definir mi identidad sexual, porque cuando termine el bachillerato supe que no volvería a tener novios. Entre besos y caricias pude confesarle mirándole a los ojos que fue mi amor platónico, mi primer amor y que cuando la volví a ver sencillamente confirme que nunca deje de amarla, confesarle la gran tristeza y el gran amor que sentía en mi adolescencia por ella, es la llama que encendió nuevamente su corazón y la ha llevado a atreverse a estar con una mujer una década menor.

Después de la primera noche juntas, ha sido imposible separarnos, en lo transcurrido de los últimos dos meses ella rejuvenece con mi colágeno y yo aprendo malabares con su experiencia en todos los sentidos, yo la sigo amando y soy feliz de tenerla a mi lado ella se ríe, vive y disfruta mi compañía y aunque no le hemos puesta etiqueta a lo que sucede entre las dos, no le gusta verme cerca de mi ex y le gusta que me quede en su casa y, para mí no es fácil saber que es deseada por alumnos y profesores, pero son las cosas que debemos manejar hasta que me gradué, por ahora vivimos nuestra historia a escondidas para no afectar su vida profesional, no queremos un escándalo, no es ético y prudente una relación profesora-alumna a pocos meses de graduarme.
Yo estoy enamorada y cada día me enamoro más, Luisa. Por su parte, me prepara académicamente para que sea la mejor abogada judicial de la ciudad, me contempla, me consiente y, aunque no lo expresa, sé que me quiere más de lo que dice.

Este es uno de esos desenlaces que ni la misma protagonista se imaginaría, por eso me pregunto si…

¿Crees que en el amor la casualidad existe o todo es obra del destino?

Nuestras historias se entrelazan cada vez más; así que, te invito a responder la pregunta de esta ocasión o si deseas contarme tu historia, no olvides pasar por la sección Cuéntame.
Yinet Mesías – 2024

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