Abriendo la puerta de mis bajos instintos
Soy una mujer sexualmente normal o al menos eso creía hasta hace una semana en que me percate de la existencia de mi nueva vecina, desde el tercer piso donde vivo pude ver el trasteo… cama, tv, pesas, elíptica, ollas, platos, sofá y mucha ropa de mujer, aunque también vi un par de guayos de futbol, jeans y camisas de hombre dije para mí, otro matrimonio más en la unidad, sin niños bueno… menos ruido los domingos en la mañana.
Desde hacía tres meses estaba desocupado el apto 101-G donde vivía la fallecida señora Albita que descansa ahora en la gloria del señor. Su hijo Miguel quien siempre me pareció un tipo muy apuesto se veía muy triste el día del velorio, yo que no hablo mucho me acerque para darle el pésame y me quede un rato más, en algún momento lo escuche comentar con otros propietarios que pondría en alquiler el apto porque no se sentía capaz de vivir con el recuerdo de su querida madre, y a los pocos días se marchó del conjunto residencial.
Un viernes en la mañana, mientras tomaba mi taza de café, parada en mi ventana antes de salir hacia la clínica donde laboro, vi el trasteo. Minutos después salí rumbo a mi trabajo, el fin de semana me quede en el apto de Mateo, él es gerente de un banco donde labora hace alrededor de 6 años, nos presentó un amigo en común, nos caímos muy bien y seguimos charlando regularmente, poco a poco empezamos a salir y desde hace ocho meses dormimos juntos cuando se queda en mi apto o yo en el suyo y aunque la pasamos bien juntos y tenemos sexo muy continuo y magistral no le hemos dado nombre a nuestra relación, se supone que él solo se acuesta conmigo y yo solo con él. Creo que somos novios, pero sin darle el nombre y hasta ahora los dos nos sentimos bien a así.
Un lunes de tantos llegue como de costumbre a las 6:00 pm, descargue mi maleta saque el portátil, encendí la cafetera, me puse pantuflas y me senté en mi sillón favorito a tomar el humeante café, mientras acariciaba las suaves patitas de Ginger mi consentida hija gatuna. Mi sofá favorito está estratégicamente ubicado en la ventana que da hacia la zona verde del conjunto de apartamentos donde vivo, desde allí puedo escuchar a los pájaros que cantan en la mañana y en la noche el grillar de los grillos y los cocullos es todo un festín, en la mañana y la noche esta ventana es mi lugar favorito del apto. Además, me encanta sentarme junto a esta ventana cuando llego de trabajar porque el frío que entra me relaja.
Pero hace un mes, algo diferente ocurrió en mi cuadriculada vida de soltera y en mi repetitiva existencia en el apto 303-G en el cual vivo hace dos años desde que me separé de mi exesposo.
Rato después de llegar de trabajar abrir la ventana para sentir el viento frío, por accidente vi a través de las cortinas a mi nueva vecina quitándose desprevenidamente el vestido con el que la vi salir en la mañana.
Ese día desde mi ventana, observaba cómo sin ayuda alguna giraba la mano por su espalda, cual contorsionista, y bajaba el cierre sin dificultad. Al ver caer el vestido, entendí que lo bonito no es el vestido, sino el increíble cuerpo que tiene esta mujer.
Por alguna razón no pude dejar de observar como quito el gancho que sujetaba su cabello y poco a poco al moverlo de un lado a otro, este fue cayendo sobre sus bonitos hombros, minutos después abrió un cajón del closet y saco una pijama, no sé por qué yo estaba esperando ver como se la colocaba, pero se metió al baño y no pude ver nada más. Mientras mi vecina estaba en el baño yo como un ladrón que no quiere que nadie lo vea, sin siquiera mover la cortina, ágilmente en puntillas llegue hasta el comedor, tome nuevamente mi taza de café caliente y me senté en mi silla favorita y mientras tomaba un sorbo, me cuestione por qué acababa de espiar a una mujer desvistiéndose, aunque después me olvide del tema al volver a abrir por enésima vez la página 105 del libro que llevo leyendo hace más de cuatro meses y nunca he podido terminar, esa noche no fue la accesión porque como siempre me quede dormida y el golpe del libro al soltarse de mi mano me despertó abruptamente, lo recogí, tome a Ginger, me tire a la cama y minutos después dormía como un bebe en los brazos de Morfeo.
El día siguiente a las 5:45 de la mañana salí como flash de mi apartamento, como casi todos los días iba tarde para el trabajo, al llegar al consultorio ya me estaba esperando Emanuel mi primer paciente del día un adorable niño de 8 años a quien atiendo por un trastorno alimenticio al cual hago seguimiento desde hace 9 meses, con mucha mejoría gracias a Dios. Poco a poco fueron pasando uno a uno los 10 pequeños pacientes de la mañana y salí a las 12:20 pm a almorzar. Los 20 minutos de retraso con los que llegué a mi primera consulta del día no los pude recuperar, pero al menos tuve tiempo de comer algo antes del próximo paciente. Estaba hablando con Mateo por celular mientras comía algo, cuando la Dra. Guzmán me hizo señas para sentarse en mi mesa, obviamente le hice señas de que se sentara, una vez colgué la llamada, ella como de costumbre me saludo de mano y me dijo que bella estás hoy, sonreí y nos pusimos a conversar como de costumbre cuando coincidimos a la hora del almuerzo o en las idas a la cafetería.
La Dra. Guzmán es una mujer muy bonita, con un muy esculpido cuerpo producto de las dos horas diarias que dice pasar en el gimnasio, también posee un aire medio masculino muy refinado que siempre la hace lucir como una lesbiana de elite, eso le escucho decir a mis compañeras médicas, además de que conduce una BMW convertible que la hace lucir bastante tentadora, ese apunte lo hace Carol la enfermera jefa de la unidad de neonatos cada vez que ve a la Dra. Guzmán caminando por los pasillos de Pediatría de la clínica.
La Dra. Verónica como es su nombre de pila me ha invitado varias veces a cenar, a bailar, a compartir una cerveza y la verdad he salido con ella un par de veces y me ha parecido una gran conversadora y una mujer muy interesante, pero al sentirme muy heterosexual y sin intenciones de modificar esa preferencia, hace rato no salgo con ella, pero no he dejado de ser muy amable con ella, además es imposible no querer compartir y conversar con una persona tan especial e inteligente, realmente si me gustaran las mujeres ella sería mi chica ideal sin ninguna duda, y no por su BMW sino porque es la versión femenina de un caballero, refinado y muy bello. Mejor dicho, el hombre perfecto y eso no solo lo dicen las otras doctoras, también lo digo yo. Ella tiene algo que hace que sin que tú seas les te llama la atención y en eso coincidimos la mayoría de mujeres de la clínica, y a mí en particular me molestan con ella porque saben que he salido a comer y a tomar cerveza varias veces, el cuento es que yo le gusto a ella, pero yo les digo que ella jamás me ha insinuado nada aparte de una amistad.
Los 40 minutos que duró mi tiempo de almuerzo, aunque realmente no almuerce, fueron bastante diferentes y siempre lo es con la Dra. Guzmán, al igual que cuando almuerzo con el Dr. Manzano, jefe de Oncología Infantil, o con Carol, la enfermera jefe de Neonatos. Estos tres personajes tienen la característica de hacerte reír con su exquisito sentido del humor, junto a ellos es simple olvidar los problemas y sentirte en paz. Me llevo superbién con los tres, diría yo que son mis tres amigos del trabajo
Al finalizar la tarde y evacuado mi listado de pacientes, salí derecho al supermercado antes de llegar al apto porque después de subir 3 pisos, muero de pereza tener que volver a bajar y ni que decir tener que subir nuevamente, en el supermercado compre alimento para gatitos, frutas y mi amado café orgánico, ya en casa me cambie, serví el alimento a Ginger y puse a preparar café, y sin muchos cambios en mi cuadriculada rutina en casa transcurrieron los días, pero el viernes mi rutina después del trabajo cambio, estando en el patio de aseo sacando la ropa de la lavadora para colgarla, escuche un taconeo y una voz de mujer que se escuchaba venir del parqueadero, cuando la curiosidad me llevo hasta la ventana, era mi nueva vecina quien ya llevaba como un mes en la unidad residencial, traía puesto un vestido color palo de rosa, un cinturón negro que caía sobre sus muy bonitas caderas, y tacones muy altos negros, esta vez llevaba el cabello suelto y camina con el celular pegado al oído, unas bolsas en la mano, y en la otra una cartera en el antebrazo. No pude evitar seguirla con la mirada hasta la puerta de su apto, la cual abrió con bastante dificultad al tener las dos manos ocupadas y hasta las orejas. Creo que así somos la mayoría de las mujeres, multifuncionales, irremediablemente.
Deje mi ropa tirada y me dirigí a la sala, específicamente a mi ventana favorita o más bien a la ventana de la indiscreción. Mi vecina entró y dejo todo sobre uno de los muebles de la sala, en seguida vi que se sentó en uno de los asientos del comedor donde se quitó los altos tacones que traía puestos, luego se dirigió a su cuarto que queda exactamente diagonal a mi ventana favorita, la verdad cuando vivía doña Albita, nunca me percate que desde mi sala se veía ese cuarto.
Sin dejar de hablar por celular desabrocho la correa y la arrojo sobre el tocador creo que puso el celular en alta voz porque podía ver que seguía moviendo sus labios mientras subía el vestido para sacarlo por encina de su cabeza, después lo tiro junto a la correa, yo seguía uno a uno sus movimientos, salió en pantis y brasier del cuarto paso por la sala y la perdí de vista por varios minutos, luego volvió a cruzar la sala tomando algo en una copa para coctel, se acostó en la cama y conversaba amenamente porque se reía con frecuencia, rato después me dirigí nuevamente a la lavadora para continuar colgando la ropa, cuando recordé que tenía el agua hirviendo para mi café el agua estaba por secarse, cuando por fin termine mis quehaceres regrese a la sala, me senté con la idea de disfrutar el café muy caliente, por largo rato luche por no regresar a la ventana, pero sucumbí a la tentación, al llegar a la ventana casi que pare mi respiración para evitar que mi cortina se moviera, pero al mirar nuevamente hacia el cuarto de la vecina ella estaba acostada en la cama, acariciando suavemente por encima del brasier con su mano derecha su seno izquierdo, ya no hablaba con nadie, tenía los ojos cerrados, mientras la miraba me pregunte que estaría esta mujer imaginando o con quien estaría fantaseando, con el paso de los minutos cruzo sus piernas en tijera mientras movía su pelvis hacia abajo y arriba estaba excitada porque mordía sus labios muy sensualmente, mientras movía repetidamente su pelvis, desabrocho su brasier el cual tiro lejos, tocaba y luego apretaba con sus manos cada vez más duro sus muy parados pezones y las piernas en tijera las apretaba ahora con mucha fuerza y el movimiento de su pelvis hacia arriba y hacia abajo cada vez era más rápido, nunca había visto una mujer desnuda y mucho menos a escondidas, nada podía hacer, me sentía anclada al piso sin ser capaz de moverme un centímetro, no me gustan las mujeres dije para mis adentros, pero tenía los senos tan firmes y bonitos que justo en ese momento soñaba con tocarlos.
Al volver de mi ensueño, ella bajó su mano derecha muy despacio haciendo círculos desde sus senos pasando por su abdomen hasta llegar a su monte de venus, mientras con su mano izquierda seguía haciendo círculos con su dedo corazón e índice sobre sus pezones, sin mucha prisa fue bajando su panti hasta las rodillas y aunque no podía ver en detalle su parte más íntima, por intuición supe exactamente donde había puesto su dedo corazón, porque el movimiento de su mano era extremadamente rápido y veía su expresión de placer, esta mujer increíblemente bella estaba teniendo un orgasmo mientras se masturbaba y yo la espiaba, cuando me percate yo sin darme cuenta tenía mi mano exactamente dentro de mi panti mojado haciendo movimientos que cada vez ponían más caliente mis mulos, casi al mismo tiempo sin que ella lo supiera yo estaba teniendo un orgasmo y viendo como ella cada vez apretaba más duro sus senos y se retorcía sin quitar, ni dejar de mover su dedo corazón un segundo, yo sentía que mis senos eran ahora más grandes, más duros y mientras me masturbaba sentía que mis piernas perdían la fuerza, me tire al sillón más cercano, baje por completo mi panti y moví con tanta fuerza mi clítoris que tuve un orgasmo tan intenso que demore minutos para poderme papar, me asome a la ventana con mis pantis a la rodilla, quería ver que más pasaba con mi volcánica vecina, cuando logre llegar nuevamente a la ventana ella estaba acostada de medio lado con una almohada entre sus piernas y apretaba su vagina muy suavemente a la almohada, minutos después no se volvió a mover, se quedó dormida, y yo quede tan despierta que casi no pude dormir esa noche pensando y recordando cada movimiento que ella había hecho y cada emoción que yo había sentido.
Me preguntaba sin poderlo evitar: ¿será que soy lesbiana, será que he vivido engañada toda mi vida, será por esta razón que mi matrimonio se acabó? A eso de la media noche, cansada de tanto pensar, me dormí. La mañana siguiente me desperté muy temprano y desde que me levante me prometí no mirar hacia el apto 101G, pero mientras revisaba mi listado de pacientes para ese día, el taconeo que ya identificaba empezó a sonar desde precisamente el 101G, hasta ese día no me había dado cuenta de la poca fuerza de voluntad que tengo, porque no pude evitar acercarme a la ventana para seguir el taconeo, ella llevaba puesto un pantalón blanco ceñido a la cadera y suelto en la pierna, acompañado de blusa, correa y bolso negro con unos tacones blancos como el reloj, siempre la veía con un look elegante y versátil. Tome rápidamente mis cosas y salí del apto con rumbo a la clínica, me sentía particularmente contenta este sábado, pero complejamente distraída y pensativa, fue un día extraño tanto que no salí a almorzar, solo comí un sándwich con jugo, seguía preguntándome si me gustaban las mujeres, si tal vez era bisexual o si estaba pasando por la crisis de los 30 años. La verdad, no sé qué pasaba conmigo.
Al terminar mi agenda extrañamente con 15 minutos de antelación salí a almorzar algo rico aunque ya eran alrededor de dos de la tarde, me dije me lo merezco he trabajado muy duro esta semana y la verdad quiero despejar mi agitada cabeza, cuando baje al sótano de la clínica encendí el carro y por enésima vez en ese día me quede como en el limbo allí sentada pensando en todo y en nada a la vez, un exquisito olor a perfume me devolvió nuevamente a la tierra, segundos después de percatarme de tal aroma la Dra. Guzmán caminaba en dirección a mi auto, Ni siquiera había caído en cuenta de que yo había bajado la ventana del conductor, hola nena ¿Cómo estás? Me pregunto; me preocupé por un momento, estabas completamente elevada como en otro mundo, volvió preguntarme ¿estás bien, te pasa algo? No, Dra. Guzmán respondí, la verdad no me había dado cuenta de que usted estaba parqueada exactamente al lado mío.
Mmmm murmuro. Le pegunté si ya había terminado su agenda, me respondió que sí. Yo le dije que no había podido almorzar, que quería almorzar algo rico, ¿me acompaña? Pregunte, pues no sé, acompáñeme por favor, insiste. Suba, Dra. Guzmán, yo la invito. Corrió hasta su auto, lo apagó, lo cerró y subió al mío. ¿Quieres algo rico, qué tipo de comida deseas? Te puedo dar una idea. Me dejaré guiar, escoja usted le dije, en menos de 30 minutos con sus indicaciones llegamos a uno de los barrios más cotizados de Santiago de Cali, en la entrada del restaurante decía comida árabe y desde el ingreso se veía que realmente era un sitio costoso y lujoso, nos sentamos en una de las mesas del segundo piso al aire libre y con luz tenue, definitivamente esta mujer tenía un gusto delicioso ya había salido a comer y cenar con ella un par de veces y siempre me sorprendió con los lugares a los que me llevo, además de los muchos temas de conversación y su gran conocimiento cultural.
El menú para ambas fue escogido por ella, hummus un plato árabe que nunca había probado y me pareció una delicia, conversamos, chismeamos y nos reímos mucho esa tarde, alrededor de las 9:50 pm la deje en el parqueadero de la clínica, nos despedimos de beso en la mejilla y como siempre yo la había pasado super bien con la Dra. Guzman. Cuando se iba alejando en dirección a su auto, le grité: la próxima vez, me tendrás que dejar pagar o, si no, no volveré a salir contigo. Me respondió desde su auto… ya veremos, hermosa, ya veremos.
Al llegar a mi apto, Ginger me recibió con su particular ronroneo y su maullido desesperado para que le sirviera su cena. Me cambié y me senté en la sala no sin antes pararme para abrir las cortinas de mi ventana, esta vez no me distraería ninguna vecina, no soy lesbiana, ni bisexual aunque no supe realmente a quien se lo dije, imagino que a mi subconsciente o inconsciente, no lo sabía, pero no terminaría esta noche espiando a nadie, ni más faltaba. Y así fue, no sucumbí a la tentación. Las dos semanas siguientes, pude vivir sin ser espía y sin sentirme una voyeurista.
Una de tantas mañanas en las que iba a toda prisa tarde para la clínica, cuando cruzaba la esquina de mi bloque con destino al parqueadero, me choque de frente con la nueva vecina, al chocar a ella se le cayó una caja llena de papeles que llevaba en una de sus manos y se regaron por todo lado, lo siento que pena dije, ella respondió no te preocupes yo iba distraída mirando mi celular y en la otra mano llevaba esta caja y a Pecas, su perrita pincher, seguidamente empezamos a recoger sus papeles del suelo, pero justo en ese momento su perrita quiso salir corriendo y reventó la correa de sujeción, corría como loca en el parqueadero duramos alrededor de cinco minutos intentando cogerla, de repente el animalito se acercó a su dueña y ella pudo cargarla, al acercarme con la correa rota la cual había quedado tirada en una de las bahías del parqueadero, se disculpó por lo sucedió con su mascota, seguidamente continuamos recogiendo los documentos regados en el piso, sin querer puede ver muchas fotos y bocetos y sin que le preguntara me dijo, soy fotógrafa comercial, mucho gusto me llamo Virginia, el gusto es mío me llamo María Fernanda soy médica pediatra, cuando nos dimos la mano al saludarnos sentí algo tan extraño, paso corriente por mis dedos, en fin metimos todos los papeles en la caja y al verla encartada con su perra sin collar, me pidió ayudarla o con la perra o con la caja para llegar hasta su apto yo lleve la caja, carajo iba a llegar tarde, pero inexplicablemente no me importo. Al abrir la puerta, me hizo entrar y me indicó poner la caja sobre la mesa del comedor. Una vez puse la caja, al levantar la mirada me encontré con una foto suya de medio cuerpo en la cual llevaba un sombrero y su sonrisa era tan dulce que me quedé mirándola. Me dijo ya vuelvo, voy a limpiar las patitas de Peca;. Mientras ella atendía a su mascota, yo no pude resistir la tentación de tomar una foto de ese retrato sin que ella se diera cuenta. Unos minutos después regresó, me ofreció un café, pero en lugar de salir corriendo para la clínica, acepté. Siéntate, me dijo, muchas gracias por ayudarme. Me sentía nerviosa mirando por primera vez a esta mujer de frente, tenía ojos negros, labios gruesos, uñas largas y perfectamente maquilladas y, al igual que la Dra. Guzmán, su perfume era sencillamente exquisito olor a madera. Creo que al no saber de qué hablar o qué decir, tontamente pregunté: ¿Qué hace una fotógrafa comercial? Tomar fotos a rostros perfectos como el tuyo, me respondió. Yo fruncí el ceño y casi que me asusté cuando se acercó y puso su mano sobre mi mentón. Tienes un rostro muy bonito y unos hermosos ojos miel, como es que no eres modelo. Yo reí, ni siquiera me tomo fotos, ¿en serio? Pero si tienes un rostro perfecto, exclamo. ¿En qué apartamento vives? En el tercer piso de esta torre le dije y casi que corte la conversación, no quería que preguntara exactamente en cuál apto vivía yo, no quería que descubriera que la observaba desde mi ventana y mucho menos que supiera que desde mi ventana veía su cuarto. Debo irme, Virginia, fue un gusto conocerte. Oye, María Fernanda, ten mi tarjeta para sí algún día necesitas una fotógrafa o decides ser modelo.
«La vida es un mar lleno de olas que te hunden hasta sentir que te asfixias, pero cuando sientes que se te escapa el ultimo aliento, esa misma ola te lanza tan alto que sientes que incluso puedes llegar a tocar el cielo con tus manos»
Un día más lleno de pacientes, chiquitines, unos cuantos sonrientes, unos tantos lagrimones. 6:00 pm finalice por fin mi listado de pacientes del día guarde mi celular, mis gafas para ver de noche y las llaves en mi bolso, me disponía a salir del consultorio rumbo a mi apto cuando sentí el olor del perfume que ya distinguía sin equivocación, sentí alegría al pensar en quien usa ese perfume masculino que tanto me encantaba, segundos después tocaron mi puerta, adelante dije, abrió la puerta y allí estaba parada en el umbral del consultorio la Dra. Verónica Guzmán, tenía puesto un suéter cuello de tortuga negro, sus habitúales blue jeans Calvin Klein, y unos hermosos tenis negros, su mechón de cabello que siempre cae sobre el lado derecho de su cara resaltando sus largas pestañas y sus muy pobladas cejas negras, envidiadas por aquellas mujeres muy femeninas que deben hacerlas tatuar porque no tienen en ellas un solo pelo.
¿Creías que no me daría cuenta, qué pasaría desapercibido para mí tu cumpleaños? Ya le jalé las orejas a la enfermera Carol por no invitarme esta tarde a cantar tu happy birthday to You. Tenía muchos pacientes, pero sin ninguna duda me hubiera escabullido para soplar las velas junto a ti. Dra. Guzmán, qué pena, las chicas… no te preocupes, Mafer, con tenerte solo para mí seré más que feliz. ¿Vamos? Te invito a cena esta noche y no aceptaré un no por respuesta, Poco después me encontraba sentada en su BMW escuchado jazz a alta velocidad por las vías caleñas esa noche, llegamos al restaurante despelucadas cuál par de locas, efecto de andar a toda velocidad en un carro descapotado en una ciudad con bastantes ventarrones nocturnos.
Como siempre la cena fue estupenda, un delicioso salmón rosado con vegetales asados y pesto de rúcula acompañado con vino blanco seco del tipo Pinot Grigio, definitivamente me convertiría en una experta en platos exquisitos, si seguía saliendo a comer al lado de esta mujer.
Después de cenar continuamos hablando largo rato como siempre. A eso de las 10:00 pm me pregunto: ¿nos vamos? Claro respondí.
¿Te gusta bailar, María Fernanda? Sí, claro, aunque desde que me divorcie no he vuelto a hacerlo, y has bailado con una mujer alguna vez, no nunca respondí, entonces hoy será tu primera vez. Me sentí nerviosa, me sentía caminando a oscuras, pero dije claro, siempre ahí una primera vez para todo. Así es, dijo.
Cuando llegamos a la discoteca que tampoco conocía, parqueo el carro y saco de la guantera una pequeña cajita adornada con un moñito de regalo, es para ti, espero que te gusten. Me sentí apenada, justo en ese momento mi teléfono sonó, era Mateo, de seguro para invitarme a cenar o algo por mi cumpleaños, no conteste, no supe exactamente por qué no lo hice, pero me sentía muy bien en ese momento con Verónica, quería saber que se sentía bailar con una mejer, además tenia mucha curiosidad por saber que me había regalado, ¿no contestaras? No respondí, ¿no abrirás el regalo? Sí, muero por saber que es, abrí despacio la cajita y adentro había un par de aretes, ni muy largos, ni muy cortos, pero si creo que muy costosos y muy hermosos. Oye que lindos me encantan, me gire y le agradecí con un beso en la mejilla, ¿te los puedo poner? Sí, encantada, me retire los aretes que llevaba puestos y le pase los nuevos, se acercó a mi lado derecho y mientras ponía el arete pude sentir su respiración muy cerca de mi mejilla y su delicioso perfume, al girarse a mi otra mejilla para poner el siguiente arete sentí como se me puso la piel de gallina al sentir sus dedos tocar mi cara. Me sentí rara. Creo que tengo buen gusto, se te ven muy bonitos, dijo. ¿Entramos? Sí, respondí.
Al ingresar a la discoteca nos atendió una chica muy linda que nos llevó a una mesa adornada con flores y adornos alusivos a mi cumpleaños con mi nombre y todo. ¿Habías hecho reserva, cómo sabías que aceptaría tu invitación a bailar en un lugar de estos? La verdad, no sabía si aceptarías, pero igual hice la reserva, digamos que el universo me ayudo, estás aquí conmigo y eso me hace feliz. Me siento muy alagada Verónica, tú definitivamente sabes cómo tratar a las chicas. ¡Por algo soy lesbiana! ¿No lo crees? Definitivamente, eres como un chico atento y muy caballeroso, es algo muy lindo de tu personalidad.
Pedimos cervezas, bailamos primero, salsa, luego merengue, después fui perdiendo la secuencia, había mujeres hermosas por todo lado, la verdad no me parecío una discoteca tan diferente a las demás, como te sientes María Fernanda, muy bien Verónica, que milagro por fin escucho salir mi nombre de tu boca, pensé que me dirías Dra. también aquí, sonrió burlándose de mí. ¿Te parezco una anciana a la que debes respetar? creo que tengo mas o menos tu misma edad ¡No como se te ocurre! es respeto porque eres la más famosa y reconocida cirujana infantil de la clínica, además tú eres muy joven y guapa, según dicen las médicas jóvenes de la clínica ¿En serio eso dicen de mí? Y como es que estoy soltera entonces, porque eres muy creída y elitista, también lo dicen ellas. ja, ja, ja se rio… ¿Y qué dices tú? Yo siempre digo que eres un sol y que la estúpida de la Dra. Duran no debió separarse de ti y ahora andar con la Dra. Irriga, creo que te engañaba con esa mujer estando aún contigo. Carajo, pero que enterada estas de mi vida, aunque me alegra que saques la cara por mí, en cambio, de ti solo sé que te divorciaste hace dos años y que no te ven con nadie, pero que ya lo superaste y que eres una excelente pediatra, de tu vida privada parece ser que nadie sabe nada, eres todo un misterio. Bueno, Dra. Verónica, ya que estás en plan de chisme, te diré que no se sabe nada de mi vida privada porque no tengo vida privada, ni novio, ni amante, ni nada. Acababa de omitir que si tenía un casi novio, que era también mi casi amante, carajo cada vez me sorprendía el no conocerme a mí misma. Estando en esta conversación a un volumen alto por la bulla, me tomo de la mano y me saco a bailar una canción suave que ya ni recuerdo, al llegar a la pista puso su mano muy suavemente sobre mis caderas y acerco su cuerpo al mío al ritmo de la canción, nunca había estado tan cerca de la Dra. Verónica, podía sentir el calor de su cuerpo y el rico olor de su perfume en su cuello a medida que nos movíamos, muy despacio puso de su mejilla junto a la mía, sentía mi piel erizada, podía sentir el calor de sus pechos muy cerca de los míos, mi corazón latía a millón. Sentía que flotaba al ritmo de la música y sus pasos. Llevaba dos meses soñando con tener a una mujer cerca y justo cuando lo estaba viviendo temblaba de nervios, su mechón chocaba con mi cara, ni siquiera me di cuenta de que la canción había acabado cuando ella muy dulcemente me dijo mujer bonita, fue un placer bailar esta canción contigo. Antes de sentarme me fui para el baño, retocaba mi maquillaje cuando entraron dos jovencitas besándose muy apasionadamente, no podía dejar de mirarlas a través del espejo y no podía creer que con tantas dudas y contradicciones que me hacían sentir Verónica y Virginia, yo estuviera en un sitio para mujeres lesbianas, me pregunte como carajos acepte venir hasta aquí y porque. Salí del baño hacia la mesa nuevamente, no sin dejar de mirar a tantas chicas bailando y besándose por doquier. Sonreí para mis adentros y me dije, definitiva este no es mi mundo, no soy lesbiana, no lo soy.
Cuando llegue a la mesa con Verónica le dije que ya quería irme, bueno lo que tú digas, pero quero bailar esta última canción que acaba de empezar, me acompañas, claro tomo mi mano y empezamos a bailar, pero esta vez Verónica se acercó mucho más y mientras bailábamos puso una de sus manos en mi espalda justo en el broche de mi brasier y la otra en la parte baja de mi espalda y varias veces con sus manos acariciaba mi dorso, todo mi cuerpo se erizo, no sabía, si ella podía sentir lo erguidos que estaban mis pezones sintiendo los suyos tan cerca de los míos, en alguna parte de la canción me miro fijamente a los ojos, pero yo no pude sostenerle la mirada agache mi cara y seguí bailando muy suavemente al ritmo de su cuerpo, quería que me besara o más bien yo quería besarla allí y ahora, estaba emocionada, pero tan asustada que se terminó la canción y no fui capaz de mirarla fijamente a los ojos y sí que menos besarla, me sentí tan tonta. Nos dirigimos a la mesa, como siempre pagó la cuenta, tomo mi bolso y al salir de la discoteca me lo entregó. ¿Qué tal te pareció el lugar, cómo la pasaste? Muy bien, Verónica, todo me pareció, superbién le contesté; yo también la pasé muy bien a tu lado. Gracias por aceptar mi invitación de cumpleaños. Quitó la alarma del carro, me abrió la puerta y, antes de que me subiera al puesto del pasajero. Me dijo: ¡María Fernanda! Deseo hacer algo desde el momento que toqué la puerta de tu consultorio para invitarte a salir hoy, y cuando le iba a preguntar que… sentí sus labios besándome tan apasionadamente que… Dios, sentía que me iba a desmayar, sentí que las rodillas me temblaban sus manos tocaban mis mejillas mientras me besaba, y poco a poco sentí como su cuerpo apretaba mi cuerpo contra la puerta de su carro, podía sentir su corazón latir muy fuerte y la forma de besarnos en ese momento cada vez era más fuerte, más intensa, podía sentir mis brazos y mis piernas erizadas y mis pezones tan duros que me dolían, no sé por cuanto tiempo nos besamos, no sé, si alguien nos veía, solo sabia que en ese momento nada me importaba, sin darme cuenta yo tenía mis brazos al rededor de su nuca y la apretaba tan fuete como ella besaba mis labios, sentía su pelvis apretar muy fuerte la mía, la alarma del carro que pito en ese momento nos asustó a las dos, por primera vez en toda la noche la mire a los ojos, tenía sus labios untados de mi labial, lo siento María Fernanda creo que me sobre pase no… la hice callar poniendo mi dedo índice sobre sus labios y suavemente quite el labial untado en toda su boca. Vámonos le dije. Abrió nuevamente la puerta para que me subiera, y durante el recorrido con dirección a donde creo que ninguna de las dos sabía exactamente, ambas callamos sin decir absolutamente nada.
María Fernanda es muy tarde, puedes quedarte en mi casa, si lo deseas. No, no quiero. Llévame a mi casa, por favor mañana domingo pasaré a la clínica a recoger mi carro. Cuando llegamos al conjunto donde vivo hice que dejara su carro en mi parqueadero, quieres subir no ahí ascensor como en tu edificio, sonrió y me siguió hasta el apto, cuando abrí la puerta mi adora Ginger salió a recibirme, te presento a mi hija gatuna, entramos al apartamento y cuando me dirigí a la cocina para darle algo de tomar se me acerco y pregunto ¿estás molesta conmigo? le respondí, Verónica no soy lesbiana, estuve casada por 3 años, no estoy molesta contigo, estoy molesta conmigo por muchas razones que no entenderías.
Creo que debo irme, pero no me iré sin decirte que sé muy bien que eres hetero, que estuviste casada y que sales con un tipo que trabaja en un banco. Pero lo que tú no sabes es que yo soy feliz cuando estoy junto a ti y lo que paso hoy es sencillamente que mi corazón explotó teniéndote tan cerca, no volverá a pasar. Está bien, dije. Cuídate y feliz cumpleaños. No quise hacerte sentir mal Mafer. Sentí en lo más profundo de mi corazón deseos de abrazarla y decirle tantas cosas… como siempre me quede paralizada como una niña tonta e ingenua. Seguidamente, abrió la puerta y se marchó. En este punto ya no solo me preguntaba si estaba obsesionada con mi vecina y si era lesbiana o bisexual, si no que también me estaba preguntando si además sentía amor por la Dra. Verónica Guzmán. Ahora sí que me sentía en un abismo de emociones cayendo a cien kilómetros por hora.
Me senté en mi silla favorita de siempre, recordando cada instante vivido esta noche, no podía borrar de mis labios el sabor de su boca, sin lugar a dudas hoy Verónica me había dado el beso más intenso y bonito de mi vida, pero estaba tan asusta que me sentía paralizada y sofocada, me asome a la ventana para poder sentir el viento de la madrugada y sin querer vi a Virginia semidesnuda acostada en su cama hablando por celular, pero hoy no quería espiarla, no quería mirarla no me explicaba como he estado dos meses imaginándome haciendo el amor con una mujer y hace no más de una hora una mujer me había besado con tanto deseo y yo estaba muerta del susto, soy una idiota definitivamente me sentía perdida. Hoy Virginia era invisible, solo pensaba en Verónica, en su ternura, en sus consejos… estaba pensando en ella cuando sonó el timbre, qué raro pensé. Cuando abrí la puerta era Verónica parada en la entrada de mi apartamento nuevamente, no me fui me quede en el carro pensando que hacer y decidí que tendrás que cerrarme la puerta, si quieres que me vaya. No fui capaz de moverme, ni de cerrar, ni de hacer nada. Dio dos pasos hacia mí, tiro la puerta y en segundos sus labios me besaban con tantas ganas que mis labios ardían, la mujer educada, tierna, culta desapareció en ese momento, sin dudarlo un segundo me tomo fuertemente entre sus brazos y empezó a besar mis labios y después beso también mi cuello mientras susurraba en mi oído te deseo, te deseooo, esa palabra encendió mi cuerpo como la dinamita, sin pedirme permiso y sin la mínima duda con sus suaves manos abrió uno a uno los botones de mi blusa, podía sentir el calor de su pierna entre mi entrepierna, mi blusa cayó al suelo, mi sostén no supe en qué momento desapareció, Perdí el pudor y la decencia cuando en mis muy duros pezones pude sentir su boca caliente y sus dientes mordiéndolos tan suave que podía sentir mis pantis completamente mojados al ritmo de su pelvis que sin música bailaba al ritmo de mis deseos sin control, termine completamente desnuda en la sala de mi casa y mientras me besaba me cargo sobre sus caderas hasta mi cuarto, donde acostada desde mi cama vi como caían al suelo uno a uno su suéter, su brasier, sus ajustados blue jeans y flote en el aire mientras vi bajar su cachetero, mientras caminaba hacia mí, puede ver sus hermosas caderas, su delineada cintura que suele perderse bajo su batola blanca, cuando llego a la cama perdí el aliento al sentir sus senos duros sobre los míos completamente desnudas las dos, y definitivamente cruce el umbral del placer cuando su pelvis mojada se entrelazó con la mía, no sé cuantos orgasmos tuve la madrugada de ese día, lo que si sé, es que desde ese día nunca volví a dudar de que no soy heterosexual.
Virginia me sigue pareciendo hermosa, reconozco perfectamente su taconeo, pero ya no la espío desde mi ventana.
El día en que dejé salir mis más bajos instintos, dejé salir también a la mujer que realmente yo aún no conocía. Hoy me defino como lesbiana sin vergüenza, y me declaro mujer enamorada y por fin amada.
¿Ya te encontraste frente a frente contigo misma?
Nuestras historias se entrelazan cada vez más; así que, te invito a responder la pregunta de esta ocasión o si deseas contarme tu historia, no olvides pasar por la sección Cuéntame.
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